viernes, 24 de julio de 2015

El fin de la revista El Malpensante

Ayer publicaron en El Espectador un lamento titulado “La utilidad de un mal pensamiento”, se trata de una noticia y un grito desesperado: la revista El Malpensante está a punto de quebrar y Andrés Hoyos pide una colaboración a sus suscriptores para que no se pierda esta joya. Cuando leí la noticia me alegré porque le he hecho seguimiento a esta revista desde 1996, desde su fundación, he sido testigo de los mitos y leyendas que se han creado a partir de su nombre. Creo que su quiebra es un hermoso pretexto para escribir sobre revistas, intelectuales y escritores colombianos.
En 1996 Andrés Hoyos fundó la revista El Malpensante y ese fue un gran acontecimiento para los intelectuales colombianos, era una revista famosa en los departamentos de literatura de las universidades bogotanas, relucía en librerías grandes y pequeñas, hasta un mísero vendedor de revistas tiradas en una acera -carcomidas por el polvo y por el agua- se sentía elegante porque vendía los números pasados de tan importante documento. Tener el primer número era signo de estatus. Nosotros, los lectores, los intelectuales, las jóvenes promesas, nos sentíamos obligados a formar parte del milagro, también queríamos leer la revista El Malpensante.
Sin más preámbulos empecemos a desarrollar tan apasionantes temas:
1) Revistas
Las revistas están condenadas a desaparecer, desaparecerán todas antes de que caigan los pocos periódicos que todavía sobreviven. A pesar de los soportes pasados, presentes y por venir el libro seguirá existiendo, el papel de los libros sigue siendo seductor, comprar libros todavía es la gran experiencia y leerlos nunca pasará de moda porque los lectores de libros no leen por moda, leen en letra impresa porque ese es el soporte perfecto para el libro, no es cuestión de estatus.
Se puede prescindir de revistas y periódicos impresos porque los contenidos de estos medios son manejables en la web, no tiene sentido luchar y llorar por una revista o un periódico que desaparece porque hay millones de periódicos y revistas en versiones digitales, es ridículo armar un escándalo, sentir que al desaparecer El Malpensante los lectores pierden algo noble, algo que no puede faltar en el estudio o en la sala de nuestra casa, un objeto de aristocracia, un fetiche cultural, cuando en realidad no se está perdiendo nada, los contenidos que publican en ese medio seguramente están publicados en otras revistas o en las páginas personales de los autores. No tiene sentido armar un drama por algo que se veía venir, las revistas que desaparecen mueren de muerte natural. Lo que las mata no es la mala calidad sino la tecnología.
2) Intelectuales
Los intelectuales colombianos quedaron desnudos gracias a las redes sociales, primero en Facebook y luego en Twitter. Algunos, los más rancios, los herederos de Adorno, todavía no tienen correo electrónico y siguen escribiendo sus composiciones en su vieja máquina de escribir, esas almas de élite no producen ni risa.
Los otros, los de las redes sociales, nos mostraron de qué está hecha la cultura colombiana. Los grandes intelectuales, las grandes mentes, los gestores, los editores, los correctores de estilo y los colaboradores frecuentes de la revista El Malpensante están casi todos en las redes sociales y el panorama no puede ser más desalentador. Deben estar muy tristes con la muerte de la revista, cuando desaparezca quedarán convertidos en un simple tuitero, en un pobre hombre con cinco mil amigos en su cuenta de Facebook. ¿Para reír o para llorar? Yo creo que es lo justo, es lo que esta gente se merece.
3) Escritores colombianos
En el artículo de El Espectador mencionan tres grandes mentes de la cultura colombiana: Ricardo Silva Romero, Alberto Salcedo Ramos y Piedad Bonnett, me permito citar:
Sobre el tema de la calidad, el escritor Ricardo Silva Romero, varias veces publicado en El Malpensante, cree que esta revista “ha logrado elevar el nivel de la discusión, no tiene miedo de hablar y ha servido para conectar a muchos autores en español”. Alberto Salcedo Ramos, quien se dedica en exclusiva a la literatura de no ficción, siente que allí encontró “unos editores que siempre se mostraron dispuestos a apostar por una buena historia”.
Salcedo Ramos es periodista, pero en el caso de Silva y otros autores que crecieron en la ficción, el periodismo ha sido otra forma de vivir de la escritura. Aunque muchos no viven de ello. Es el caso de Piedad Bonnett: “No espero vivir de escribir. Tener otros oficios no es bueno sólo en términos pragmáticos sino como opción de vida. Por ejemplo, Kafka era abogado.
Gracias a las redes sociales y a la lectura de las obras de estos “maestros” sabemos que la literatura colombiana pasa por una de sus peores crisis. No hay escritores dignos de ser estudiados en un salón de clase (por eso, yo, por ejemplo, prefiero a los estudiantes de comunicación social, música, mercadología, publicidad o pedagogía), porque la literatura colombiana actual, la que publican las editoriales, la de los autores que ganan los premios importantes, no es digna de ser leída, mucho menos de ser estudiada. Es triste haber estudiado literatura para terminar renunciando a dar clases de literatura.
Faltó que en El Espectador pidieran la voz de auxilio de estas otras mentes brillantes, amantes todos de la alta cultura, de la Idea que defiende con ahínco el gran intelectual Andrés Hoyos. ¿Por qué no sentaron su voz de protesta también las mentes más autorizadas, los amigos de la Casa Malpensante: Héctor Abad Faciolince, Daniel Samper Ospina, Adolfo Zableh, Luis H. Aristizábal, Antonio García Ángel, Camilo Jiménez,Vladdo, Carolina Sanín, Juan Gabriel Vázquez, Evelio Rosero Diago, Juan Esteban Constaín, Margarita Posada, Virginia Mayer, Catalina Ruiz-Navarro..?
Lo justo es que escriban una hermosa Carta Abierta para que sea firmada por ellos y por los que no están en la lista, los intelectuales que no desean que desaparezca la revista. Convertir el sueño en una gran causa para promover en un grupo de Facebook.
Les propongo el título de la Carta: “La revista El Malpensante no puede desaparecer”.

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