domingo, 26 de julio de 2015

La escritura como acto de liberación

Cuando leí la historia de la escritura supe que en el siglo XVIII, con la proliferación de los diarios, las memorias y las cartas escritas con materiales mucho más fáciles de adquirir y de manipular que durante todos los siglos anteriores se popularizó el acto de escribir, de escribir sobre uno mismo, nació la escritura autorreflexiva. También supe que escribir es un ejercicio terapéutico y que el trabajo que hace el médico, el sacerdote, el psicólogo o el psiquiatra lo puede hacer una persona que escribe si lo hace a conciencia, con sinceridad, de forma regular, si está dispuesta a volver una y otra vez sobre lo escrito.
Antes de que aparecieran los blogs escribía diarios a mano y a máquina, luego empecé a escribir ensayos y terminé escribiendo aquí, en el sitio llamado blog o bitácora; también podría llamarse diario, un diario compartido, el día a día expuesto y dispuesto a ser comentado, escrito con la firme intención de despertar emociones en los lectores, sentimientos de amor, odio, admiración o pesar. Es pura cuestión de perspectiva, ir más allá del texto, dejarse tocar y afectar por las palabras.
El único compromiso es decir exactamente lo que pienso siendo consciente de las reacciones que pueda desencadenar la escritura, el modo en que cada nueva reflexión pueda afectar a otras personas. Algunas veces un post puede desencadenar sentimientos desproporcionados y entonces me llaman y me regañan, me dicen que estoy loca, que soy una irresponsable, que borre lo que acabo de escribir.
Puedo decir con el pobre Flaubert:
Me han humillado tantas veces, he escandalizado y hecho gritar tanto que he terminado desde hace ya mucho tiempo por reconocer que para vivir tranquilo hay que vivir solo y poner burletas en todas las ventanas por miedo a que el aire del mundo llegue hasta uno.
No hay penas que no puedan curar la lectura y el cine, estas actividades distraen la mente y nos ayudan a comprender mejor la vida y a tomar decisiones responsables. Cuando se combina la lectura, el cine, la expresión oral en aulas de clase y la escritura el proceso se completa y el trabajo final, el más benéfico y restaurador, termina siendo siempre la escritura, porque la escritura libera.
La escritura es una medicina natural como beber agua, tomar el sol, comer frutas o caminar, pero también debemos saber que es mucho más complicado decidir escribir y saber cómo hacerlo. La escritura es el último gran paso en el proceso comunicativo y todos sabemos que la mayor parte de la gente ni siquiera es hábil con el primero, con el básico, con el origen mágico de todo: con el poder y el respeto a la palabra ajena, con la concentración total ante las palabras de los demás.
Oír y ver es el comienzo de todo. Si no se oye no se puede ver ni pensar con claridad. Después de oír es preciso leer y después de leer se puede empezar a pensar en escribir. No es tan sencillo como algunas personas optimistas nos han querido hacer creer pero los resultados de la escritura como proceso terapéutico son sorprendentes.
Tengan en cuenta que les habla la voz de la experiencia.

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