lunes, 27 de julio de 2015

Tú tan dama y yo tan gamín

Cada cierto tiempo aparece un hombre encantador que me habla por el privado en Twitter, me dice que lee todo lo que escribo, que le gusta mi estilo y que debe ser extraño conocer a alguien como yo. La semana pasada apareció un nuevo admirador, nos seguimos desde hace poco tiempo y hemos interactuado poco, pero tenía una idea remota de él en nuestra primera conversación. Tuvo la habilidad que tienen pocos: lograr pasar del privado al Whatsapp en dos minutos.
Lo primero que me dijo -como buen conquistador- fue si podía llamarme. Mi respuesta fue clara: no, no quiero asustarte, soy muy seria, mi voz ha asustado a mucha gente, mejor hablemos de por qué me admiras tanto y cuál de los temas que he desarrollado en el blog es el que más te gusta. Dijo que le gustaba cuando escribo sobre sexo y que es muy probable que muchos hombres me deseen pero no tienen la valentía de decírmelo. El me lo dijo sin decirlo.
Claro, es el primer tuitero valiente, el primero en hablarme de esa manera tan atrevida, las conversaciones típicas siempre giran en torno a mi inteligencia, versatilidad y erudición, al misterio de mi estilo en la escritura, a la velocidad con la que escribo, a la diversidad de los temas, a la forma de expresar ideas simples y profundas, a mi exquisito sentido del humor. Siempre es todo muy formal.
Nos enganchamos tanto en la conversación que decidimos tomarnos una cerveza ese viernes a las seis de la tarde. Recapacité y recordé que una persona como yo no hace ese tipo de planes. Cita cancelada. Entonces decidimos que era mejor comer helado a las tres de la tarde del sábado, un plan mucho más dulce. Nuestro conquistador se pasó de copas el viernes anterior y tampoco pudimos comer helado y entonces el lunes durante tres horas nos desbocamos hablando de sexo y terminamos deseándonos como animales, usamos las peores palabras para decirnos todo lo que nos haríamos como dos bestias sedientas de carne y él llegó al límite de mostrarme el tamaño y la forma de su deseo en tres fotos que me dejaron sin aliento y me hicieron pasar la noche más ardiente con varios sueños perturbadores. A las tres de la mañana le expliqué en qué consistía la naturaleza de mi deseo.
Estaba decidido: nos veríamos el martes a las 6:15 dispuestos a que pasara cualquier cosa, no responderíamos por nuestros actos, estábamos poseídos; fue el martes más ardiente de la vida para los dos en mucho tiempo, él temía pararse de su silla por miedo a verse expuesto y yo me sentía como una mujer ansiosa ante su primera gran experiencia erótica. Los dos estábamos sorprendidos porque no somos niños: él tiene 34 y yo 45 y los dos hemos vivido varias experiencias muy gratificantes a lo largo de la vida. Aunque es un hombre menor que yo quedé asombrada con la destreza que tiene para explicar lo que puede llegar a lograr con sus palabras, su forma de decir lo que dice y la parte de su cuerpo que decidió compartir conmigo en un momento de ofuscación.
Llegó el momento de encontrarnos y media hora antes del encuentro los dos recapacitamos un poco, él ama a su chica y yo no soy una puta, con esa idea llegamos a nuestro encuentro. Al vernos recapacitamos más profundamente, él es un hombre absolutamente encantador, un hombre dulce, amable y educado y no el cerdo que a veces parecía representar a través de sus palabras y yo, yo soy la señora más sería y formal que ustedes se puedan llegar a imaginar, entonces decidimos ofrecernos las más sinceras disculpas por haber sido tan burdos, tomamos café y hablamos durante una hora de nuestra vida privada, de nuestros amores, de nuestros trabajos, nuestros momentos de plenitud y aburrimiento y de nuestro sueños. Los dos somos nobles, sensibles, profundos, amorosos y respetuosos.
Ninguno de los dos es como parecíamos ser cinco y diez horas antes, no entendíamos qué nos había llevado a convertirnos en otras personas. El no hablaba mucho y yo hablé casi todo el tiempo, después de habernos faltado al respeto de forma tan contundente el pudor ya estaba perdido y entonces fui lo más yo que puedo llegar a ser con la gente que conozco desde hace mucho tiempo, con la gente con la que tengo absoluta confianza. Prometimos no volver a repetir esa triste historia con otras personas porque no somos de este tiempo, no somos muñecos de carne. Los dos creemos en el amor y en la pasión pero no con una persona que aparece de la nada y nos juramos que esta historia bochornosa sería nuestro secreto.
Pasaron tres días y recordé que las más bellas composiciones tienen que ver con mi vida privada, le pedí que me dejara compartirla con los lectores sin decir su nombre y narrándola de forma decorosa, algo digno de los dos. Aceptó y en este momento está ansioso porque le gusta leer mis historias, eso me dijo mientras me decía que tenía cara de profesora y que soy una persona muy natural.

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