jueves, 23 de julio de 2015

Mario Mendoza y Antonio García Ángel

En tiempos de incertidumbre como los que estamos condenados a vivir ni siquiera Edgar Morin es fuente de consuelo. Ni Edgar Morin ni ningún intelectual postmoderno está a la altura de Pierre Bourdieu, el último intelectual comprometido que tuve el placer de leer, el último con quien gocé el placer de la dificultad.
Ahora todo fluye en conferencias y libros de lectura rápida sobre el fin del periodismo, el fin de las instituciones, eras del vacío, renuncia de papas, muerte de Chávez, velocidad de la información, lluvia de asteroides, sociedades líquidas?
Como no hay futuro tampoco hay compromiso, seriedad ni rigurosidad, todo fluye con la velocidad del rayo y nosotros, pobres mortales, románticos soñadores de tiempos pasados, estamos condenados a abrir la boca todo los días ante la inesperado.
Todo transcurre rápido y nada nos garantiza que la reflexión profunda tarde demasiado en gestarse y cuando esté a punto de revelarse el resultado de la investigación nos estrelle el asteroide. Entonces tenemos que hacer todo muy rápido: este post lo redactaré desde un vil café internet ubicado justo en frente de la universidad para la que trabajo. El ambiente es el propicio para estar a tono con el tema que nos convoca: dos libros de autores colombianos reconocidos como algunos de los más influyentes desde hace ya un buen tiempo: Antonio García Ángel y Mario Mendoza.
Antonio García Ángel es un tuitero estrella, los usuarios lo encuentran gracioso, inteligente y de humor sofisticado. El libro que leí se titula Animales domésticos y es una reverenda basura, no muy diferente a lo que se publica en Colombia desde hace más de veinte años. Nuestro artista escribe historias ligeras para ser leídas en la buseta. Estos autores toman todas las voces, se ven inmersos en situaciones inverosímiles, hacen despliegues inimaginables de humor y creatividad pero una lectora como yo termina asqueada, ofendida y alarmada ante la podredumbre de su estilo, la falsedad de las historias, el modelo eterno que nos recuerda las ?crónicas? de la revista SoHo y la idea de que estos pelmazos deben sentirse al lado de Kafka, Joyce, Proust, Musil?
Y no falta el escritor ?famoso? y el columnista influyente que se lo hace creer. Nuestro artista es íntimo amigo y admirador de Ricardo Silva Romero y Daniel Samper Ospina ¿podemos esperar algo digno de ser leído fruto de la pluma de este selecto grupo? ¡No!
El libro de Antonio García Ángel lo encontré en la mesa de descuentos de la Panamericana en cinco mil pesos ($5.000) al lado de Ponqué y otros cuentos, de Carolina Sanín (que escribe mucho peor que nuestro artista tuitero). Carolina no tiene cuenta en Twitter, se interesa en temas mucho más estúpidos y publica en Arcadia. ¡Punto para Antonio!
Por el libro de Mario Mendoza pagué treinta y nueve mil pesos ($39.000) y eso incrementa más mi furia contra este narrador filósofo savatereano. ¡Lástima mi plata! El título de libro es La importancia de morir a tiempo y ha sido un verdadero fenómenos de ventas, se agotó la primera edición y ya está a la venta la segunda.
Mario Mendoza es todavía más patético que Antonio García porque se toma más en serio su papel de Maestro, se compara sin rubor con los grandes, se asume como la versión colombiana de Ernesto Sabato y cree que sus melancolías entán emparentadas con las de Flaubert, es un vendedor de libros profesional, ha aprendido la técnica de Héctor Abad Faciolince: la de hablar en sus libros de bellos sentimientos con palabritas bonitas para engatuzar mejor al lector y hacerlo sentir bien o bueno. Estos libros son una especie de narcótico para olvidarnos de la velocidad, es una buena estrategia editorial para estos tiempos confusos.
Si comparamos La importancia de morir a tiempo con Animales domésticos es mucho más deshonesto Mario Mendoza porque trivializa temas serios y profundos de literatura, filosofía, psicología, pedagogía? y los pone al alcance de los niños, de niños de escuela secundaria. En vez de motivar a los jóvenes a leer los clásicos les hace creer que él es el hombre enciclopedia, el hombre sensibilidad, el hombre sabiduría y el hombre madurez y los niños lo deben tomar en serio porque el lector modelo de La importancia de morir a tiempo es no sólo un niño muy ignorante sino, especialmente, un niño muy tonto, mucho más inocente que las admiradores que suspiran con los trinos bien construidos de Antonio García Ángel.
En fin?
Vivimos tiempos de incertudimbre.

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