viernes, 24 de julio de 2015

Lennon

En Ocio. La felicidad de no hacer nada, Ulrich Schnabel hace la lista de los grandes ociosos de los últimos tiempos y en esa lista está John Lennon. Lo describe como partidario de estar echado en la cama mirando la pared, como Cioran o como Bukowski, dos grandes vagos de la literatura. Sabe que es ahí donde surgen las grandes ideas. Y tiene razón.
Buscando sobre la vida del ocioso supe que David Foenkinos había escrito Lennon, una biografía novelada del artista y sin pensarlo dos veces compré el libro. A David Foenkinos lo leí por recomendación de un hombre que sospecha que soy una gran lectora y tengo buen gusto, quería impresionarme y lo logró: me pidió que leyera La delicadeza y cuando lo terminé supe que la literatura no ha muerto y el libro tampoco. La delicadeza y Lennon son libros para comprar, resaltar, describir y volver a leer. No es para leer en el ipad, es para pasar las páginas, es literatura.
Lennon es una narración en dieciocho sesiones de psicoanálisis. En cada sesión el lector se imagina el diván y al artista recordando su vida. Esa vida narrada es una hermosa reflexión sobre el amor, la música, las mujeres, la fama, las drogas, el abandono y la creación. Hay momentos en los cuales sentimos que es Lennon quien narra pero también es clara la voz del autor. El libro es fruto de un riguroso proceso de investigación de David Foenkinos, quien se presenta como admirador incondicional de John Lennon. Advierte que es un libro escrito al ritmo de su música.
Cada lector tendrá su propia versión de los hechos y se concentrará en los aspectos que más le interesan. A mí, como es de suponerse, me interesa la relación del artista con los padres, especialmente con la madre, la idea que tiene del amor y de la fama y la forma en que concibe el proceso creador. Lo más impactante es el amor a la madre, la timidez y el desprecio a la fama y al dinero, la sensación extraña de sentirse poca cosa y de no saber cómo representar el papel de John Lennon. Este libro recuerda a Virginia Woolf tratando de ser Virginia Woolf, en Las horas.
Para motivar al lector, para que se anime al leer el libro, no voy a hacer un análisis erudito de cada sesión para mostrar cómo soy de inteligente, culta y perspicaz, sino que voy a compartir las citas que más me impactaron por el contenido, la teorización -teniendo en cuenta que se trata de un artista tratando de comprender a otro artista- y la voz de David Foenkinos a través de su personaje:
La exposición brutal a la luz me permitió desaparecer una vez más. Al volverme una imagen para todos, existía menos (página 13).
Una parte de mí mismo está persuadida de que soy un pobre diablo, y la otra piensa que soy Dios (página 14).
Yo era demasiado intelectual, demasiado perverso para que creyeran en la castidad de mi imaginación (página 16).
Se puede dar un concierto frente a cincuenta mil personas y tener un pánico atroz a hablarle a una mujer (páginas 17).
Mi vida es un intento incesante de probarle al mundo que valgo algo (página 17)
El sufrimiento es una eternidad. Antes de los gritos, había probado el silencio (página 17).
La búsqueda de Dios es una idea para los débiles, al final de esa inspiración esperaba también el vacío (página 18).
Yo era un canalla, como todos los que triunfan (página 20).
Soy puro instinto, siempre viví bajo el dictado de mi sensibilidad (página 20).
Soy tan famoso que mi vida pertenece a todos. Todo el mundo tiene su opinión sobre lo que he vivido (página 21).
Ahora pienso que el amor experimentado es proporcional al que no se recibe (página 25).
Al fin puedo vivir días que se parecen unos a otros. Descubro la rutina maravillado (página 33).
Algunos han visto en mí un príncipe de la exuberancia, y les sorprendería saber que todo eso nació de un gran mutismo (página 52).
Nunca había conocido a una chica como ella, y bebía sus palabras. Y hasta su silencio, lo bebía también (página 91).
No tengo ninguna idea del camino a tomar para acceder a mi corazón (página 90).
Nunca asumí mi lado de hombre rico. En el fondo, no soy un tipo generoso, sino un tipo que se siente incómodo con el dinero (página 144).
Lo que siempre había buscado: una mujer que fuera también una compañera de la creación. Y la felicidad física se escondía ahí, detrás de la prioridad intelectual del deseo (página 152).
Celebridad depresiva es un pleonasmo (página 170).
Me angustiaba terriblemente la idea de cantar en público. Era capaz de vomitar en un concierto. Nunca tuve confianza en mí. Y entonces me sentía más frágil de lo habitual (página 182).
Vestido con un simple kimono, podía quedarme sin hablar, sin hacer nada. No era pereza ni meditación, sino un estado de contemplación interior (página 187).
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